No me mal entiendas estimado
lector, con esto no quiero decir que mi casa sea un lugar negativo y ausente de
luz, sino que lo percibo como un lugar donde el tiempo se distorsiona y su paso
no se siente. Horas, días, semanas hasta meses transcurren dejándote la sensación
de que “acabas de llegar” lo cual puede ser un arma de doble filo.
Si bien el sentirse querido,
ocupado y divertido en algo siempre es bueno, el olvidar las responsabilidades
y boicotear cualquier tipo de proceso creativo no lo es. La casa de los padres
se convierte en el refugio libre de estrés (relacionado a trabajo y responsabilidades,
ya que el estrés de lidiar con la
familia nunca desaparece, pero se les quiere y por eso se obvia).
Cada día despierto preguntándome porque
aún no he regresado a puebla, cosas por hacer son sustituidas con un “luego”.
Ni siquiera he logrado la concentración necesaria para escribir una triste página
desde que llegue, mucho menos levantarme a buscar empleo y ni se diga de cuidar
mi peso el cual va en aumento desde navidad.
La respuesta es simple: familia,
amigos y ambiente. Mi puerto jarocho lo tiene todo, bueno casi, hay algunas
personas a las que me gustaría importar, pero con ellas tengo comunicación gracias
a la tecnología.
Por ahora seguiré disfrutando de
estos preciados momentos, gratas compañías y buenas conversaciones, quizá parezca
que sigo en el mismo lugar, pero con estos amigos cada día se aprende algo
nuevo, las ideas siguen revoloteando en mi cabeza y las palabras aún son
susurradas a mi oído, la musa no se va, lo que tengo que hacer es dedicarle su
tiempo.